miércoles, 9 de noviembre de 2011

La Mina

Estilo: Internacional, fusión, steak
Sabor: 8
Presentación: 9
Atención: 10
Ambiente: 10
Precios fuertes: $28.000 - $150.000
Dirección: Cll 73 # 8-60 (Hotel JW Marriott) Ya no existe

Una deuda pendiente era ir a la Mina, ya que escuchamos que había sido catalogado como uno de los restaurantes de mayor nivel en Bogotá. La mina simula la Catedral de sal de Zipaquirá, con el techo en forma de bóvedas con colores entre grisosos y azules. En la Mina se respira un ambiente muy tranquilo y sin ruido, con música de fondo a buen volumen, factores que ayudan para tener una buena conversación. La luz del recinto es bastante tenue; Los meseros están muy bien entrenados y son bastante profesionales; ofrecen vinos para empezar y preguntan por las bebidas. El menaje y vestido de las mesas es impecable. Nos sirven agua Evian que al final de cuentas es cobrada a precio de agua bendita; de todas maneras en un lugar de este nivel, no creemos apropiado solicitar agua del acueducto. Aquí viene la parte del descreste, el número de magia; sobre un plato es colocado una especie de algodón comprimido que con el contacto de agua caliente aumenta su tamaño y es usado para refrescar las manos; luego nos llega un envuelto de corvina en acelga con banano como una cortesía del chef. La canasta de panes hechos en casa es algo realmente espectacular y variada, quizá la mejor que he probado. la carta es bien variada y un poco extraña a ratos pues encontramos desde ajiaco hasta langosta. Ordenamos para picar un choripan con espinaca y queso de cabra, el cual es dividido en trozos y pinzado a los platos. No estaba mal este sofisticado arreglo, pero me quedo con el choripan tradicional a la salida del monumental en Buenos Aires. De fuerte pedimos un pollo en BBQ de guayaba, un robalo con costra de alcaparras y couscous de tomates, un bife chorizo abierto y unos anillos de calamar. El róbalo estaba espectacular, la presentación impecable, en la base tenía mango biche el cual cortaba muy bien con el pescado. El corte de carne estaba muy bueno, de pronto no daba para 3/4 por lo que era un corte plano, pero eso no lo sabíamos hasta que llego el plato a la mesa. Los anillos de calamar tenían buen sabor aunque se sentían un poco duros. El pollo BBQ, nada especial; la salsa BBQ no tenía mucha fuerza y cubría todos los ingredientes del plato por lo cual no generaba contraste en el mismo, la guayaba no se sentía, también se sentía el cuero del pollo pero no tostado, lo cual no ayudaba. El tamaño era pasado de grande, sobraba una presa. El plato incluía crujientes de olluco (tubérculo papalisa) pero no se veía por ningún lado. Afortunadamente, el mesero tuvo la cortesía de incluir una porción aparte de dichos crujientes.
Definitivamente este plato requiere una revisión pues es un poco burdo y desentona un poco. Otro detalle de descreste era un carrito con diferentes sales y pimientas de colores de distintas partes del mundo. En términos generales, los platos son bastante generosos, el servicio tiene todo el protocolo de un restaurante de nivel, pues hasta ahora no he visto otro con tanto esmero en este punto. Los precios igualmente altos. En resumen un sitio con mucha infraestructura, ambiente muy tranquilo, platos generosos y elaborados con algunas mezclas rebuscadas, servicio 1A y para una ocasión especial.

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