Estilo: Mediterráneo de oriente
Sabor: 8.5
Ambiente: 8
Servicio: 9
Presentación: 7.5
Rango precios fuertes: $15000 - $35000
Dirección: Cll 117 # 6 - 30
Un Gyros & Kebab con nombre distinto, esto es Beirut. Ubicado en Usaquén, con una estructura metálica oxidada en su exterior, de techos altos con dos pisos, terraza y horno de barro. Algunos detalles como sus lámparas en cartón que descuelgan del techo a manera de canastos, demarcan un ambiente especial, otros como sus paredes amarillas ocre y su cava de vinos confunden y lo hacen parecer más un restaurante italiano. En la carta encontramos los clásicos platos de Gyros con sus mezzas de indios de parra, kibbes, entre otros, los gyros de falafel, kofta, entre otros. Esta vez nos fuimos directo a los fuertes, un gyro de falafel y unas chuleticas de cordero. Para empezar nos colocan el clásico pan árabe muy suave y caliente, acompañado con una salsa picante y mayonesa de ajo. El gyro se sentía bastante fresco y jugoso, lo cual nos agradó bastante y los garbanzos del falafel, muy tiernos. Los chips de papa característicos bien crujientes y una pasta tahine de acompañamiento que para mi podría reemplazarse por otra salsa, inclusive la misma mayonesa de ajo, ya que la pasta de tahine es un poco amarga por naturaleza. El gyro es un plato representativo de comida rápida callejera. Otra cosa que le vendría bien al plato sería algo de color, ya que el color de la masa es muy neutro y ni las papas ni la salsa hacen contraste. Las chuletas tenían un aspecto de sobre cocción y no se veían jugosas, pero al probarlas, tumbamos todas estas percepciones visuales iniciales y descubrimos una chuleta muy tierna y sabrosa, muy bien adobada; como acompañamiento encontramos unas papas a la francesa bien crocantes y una ensalada bien sencilla con cebolla, lechuga y tomate, sin ningún aderezo. Creo que la porción es generosa y suficiente. De postre pedimos el famosísimo baklava y unas natas muy espesas cubiertas con cabello de ángel, que resultaron espectaculares y no tan dulces como esperábamos. También probamos el café turco, el cual fue servido en una bandeja y cafetera personal, como sacado de las mil y una noches, servido junto con un vaso frío de agua, para bajar el sabor fuerte del café. Finalmente, la administradora nos mostró el local y descubrimos algunas cosas interesantes, como una pequeña terraza en el segundo piso para esos días soleados con un árbol que la atraviesa desde el primer piso, azulejos con arabescos y mesas en mármol, quizá para fumar narguila.
También nos llamó la atención, la venta de productos traídos directamente de Beirut, incluido el aceite de oliva. En términos generales nos agradó el sitio, aunque sigue siendo superior el local de gyros en la zona rosa. En cuanto a la comida, algunas pequeñas diferencias en el menu, pero en general nos recuerda su restaurante hermano. Seguramente, esta es una estrategia de expansión a otras zonas restauranteras de Bogotá. Vamos a ver si les resulta.
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